miércoles, 20 de septiembre de 2017

Uno de tantos inicios de un inicio

Soy maestra. Llevo toda la vida formándome para ello y algo más de diez años ejerciendo.
Como diría Joaquín Reyes en uno de sus monólogos: la típica maestra, con su ropa de maestra, sus gafitas de maestra y sus frasecitas de maestra. O por lo menos hasta junio de 2016, donde hubo un antes y un después en mi vida profesional (que intuyo explicaré otro día).

Situémonos en el previo a ese junio del 16.
Me gradué en 2007 después de 22 años formando parte del sistema educativo, con sus caminos, puentes, atajos y esfuerzos pertinentes. Bien, lo conseguí finalmente. No me resultó costoso por el volumen de estudio o por no poder aprobar los exámenes y obtener así cada uno de los títulos, que algunos también, sino por el hecho del agotamiento que supone dedicar tantísimo tiempo para formarte hasta llegar a tu objetivo. Una acaba cansándose de tanta nota media, evaluaciones, títulos, siguientes escalones y toda la infinita burocracia que supone llegar al "final" (si es que lo hay o lo quieres, de ahí las comillas). O por lo menos yo, que en estas cuestiones funciono de manera, digamos, anárquica. Lo cierto es que, y creo que no seré la única que lo piense, dan ganas de tirar la toalla en más de una y de dos ocasiones. Pero afortunadamente, hoy sí puedo decir, no fue así.

Estaba deseando recoger mi título de Magisterio para empezar a trabajar lo antes posible, me moría de ganas de poder poner en práctica (por mí misma, sin tutores ni épocas de prácticas) todo aquello que había aprendido durante años, sabiendo que la carrera empezaba justo el primer día que pisaba una escuela.
(Aquí cabe hacer un inciso. Teóricamente eres maestro/a (o cualquier otra profesión) en el momento en el que obtienes el título, yo prefiero pensar que es el título el que te permite aprender a ser maestro. Es decir, una vez tienes el papelito oficial que te capacita como maestro/a puedes empezar verdaderamente tu carrera profesional, aprender cada día y superar los diferentes obstáculos que vas encontrando. Hoy en día, 10 años después de ejercer mi profesión, me atrevería a decir que me graduaré cuando me jubile.)

Iba por mis primeros días de escuela...
Los tres primeros meses recorrí, sustitución a sustitución, cuatro escuelas. Diferentes entornos y experiencias más bien cortas en las que, como ventaja, empiezas a ver realmente qué es una escuela y cómo funciona, tanto el centro como los diferentes alumnos y claustros de maestros respectivos. Ahora bien, como inconveniente hay que decir que la implicación en cada uno de los colegios es prácticamente nula. Llegas, estás entre una semana y un par o tres de meses, y de un día para otro estás en otro colegio empezando de cero.
Pero llegó el verano y me adjudicaron una vacante provisional en una escuela a unos 20 minutos de casa en coche, la única en una localidad muy distinta a la mía y con una ratio de alumnos poco habitual, ya que rondaban los 15-20 por clase (normalmente son 23-27, una barbaridad, si se me permite decirlo). No sabía nada más ni nada menos de mi destino profesional.
El día 1 de septiembre de 2007 llegué, puntual, a MI escuela y fue entonces cuando empezó indudablemente todo.

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